Desde
el patio de enfrente,
sorteando
un mar de antenas
y
cuerdas de tender
me
ha llegado la voz de una madre
llamando
a su hijo con tu nombre,
y no
era yo.
La
he visto a ella mirándome
por
encima de un hombro
desteñido
por luces de fluorescente,
por
robarle a su día ocho horas
mal
remuneradas, mal soñadas
y
esa tampoco era yo.
Esquivando
cables y repetidores,
distancia
y cristales
he
sabido que ahora tienes una casa,
un
coche nuevo y dos gatos,
y en
la estampa no estoy yo.
La
he visto, buena madre,
buena
hija, buena amiga,
ama
de casa, anfitriona,
ordenada,
fuerte, resignada.
Y
todas esas mujeres que nunca he sido,
ni
seré, no me lo perdonan,
no
toleran que ellas no sean yo.
Y
yo, que no me cambio por ninguna,
que sé
rodar y resucitar como cualquiera,
que
las detesto a todas cada día un rato
tengo
que confesar, aunque me digas loca,
que
le tengo manía hasta a tus gatos.
Loreto Liz (Lilith)
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